Cuando estaba en el colegio y hasta en la Universidad, había dos fuentes de información que no se cuestionaban: el maestro y los libros de texto o los que estaban en la biblioteca.
Se incluían por supuesto las grandes enciclopedias como la Britannica, o la Espasa, los Atlas y Mapamundis, los diccionarios, y muchos otros libros de referencia.
Lo que dijera en estos documentos era la verdad, nadie cuestionaba su contenido, tal vez con un enorme respeto por el número de personas que participaban en la titánica tarea de reunir todo el conocimiento en varios libros, o por la tradición y trayectoria de la empresa que los producía.
Era claro que cuando la respuesta a un problema de matemáticas o física que uno obtenía no coincidía con la que ofrecía el libro, el problema era de uno. Era impensable que se hubieran podido equivocar en la editorial o en la imprenta.
Hoy la cantidad de información se ha multiplicado varias veces, y no solo la cantidad de la misma, sino las fuentes que tienen acceso a medios de difusión. Cualquier persona puede crear una página Web y escribir lo que a bien tenga.
El utilizar los criterios que teníamos antes como la trayectoria de la empresa productora, nos privaría de por lo menos conocer tantas otras versiones de “la verdad”, otros puntos de vista, opiniones, comentarios y demás participaciones que contribuyen en la creación del conocimiento.
Esta libertad de publicación y acceso a la información también deja en el aire esa certeza que se tiene de ciertas fuentes. Muchos han comparado a Wikipedia contra la Enciclopedia Britannica, indicando que tiene más errores la segunda que la primera, sin embargo en múltiples instituciones usar Wikipedia como fuente de información no es aceptable.
Con el acceso que Internet nos da a múltiples contenidos, pasamos también de la credulidad a ciegas, a la incredulidad total, en algunos casos. En otros mantenemos una credulidad abrumadora, solo porque la información está en internet.
Seguimos sin embargo con ese problema del “validador” o “certificador” de la verdad del contenido. Por lo general si alguien es reconocido en su campo y escribe sobre la temática por la cual es reconocido, se le da mayor validez al contenido de su escrito que si opina sobre un área sobre la cual no tiene distinciones reconocidas.
Es así como encontramos, por ejemplo, un correo reenviado cada tanto tiempo por internet, donde indican que lo que dice en el mismo lo afirma un(a) abogado y que Bill Gates está compartiendo su fortuna. Sin darle mucho análisis a la información, simplemente reenvían esta “gran oportunidad” porque lo “dice una abogada”.
Pero seguimos de todas maneras con el problema. Si solo ponemos cuidado a contenidos generados por “expertos” lo más probable es que nos perdamos el 99% del contenido que tenemos a nuestra disposición, la gran mayoría de él, contenido verídico y correcto, o que por lo menos es la verdad de quien lo está escribiendo. Adicionalmente, ¿quien puede con tanto productor de contenido, catalogar y calificar a los expertos en tan diversos y profundos temas?
Necesitamos entonces generar unos criterios propios para determinar la validez de la información que encontramos en la Web. Cada uno tendrá sus propios criterios, le creerá a sus propias fuentes, y de alguna manera u otra, esto termina siendo menos “científico” pero más práctico al momento de darle validez a un contenido.
Es aquí donde la misma comunidad se encarga de resaltar lo bueno e identificar lo malo. De indicar cuando un contenido no obedece a la verdad, o cuando si lo hace. La participación de las diferentes personas hoy ante estos contenidos todavía es muy pobre, sin embargo viene en aumento con la facilidad de uso de las redes sociales. Un artículo recomendado por un amigo tiene mucha más aceptación que un articulo al cual se llegó a través de un buscador.
Se seguirá produciendo contenido, mucho muy bueno, y otros no tanto. No creo que volvamos a “entes certificadores” del contenido, por la dificultad y falta de practicidad. No pudo Google con Knol generar ese nivel de confianza y volumen de contenido. Esto nos deja con ser un poco más escépticos con lo que leemos, vemos y escuchamos en diferentes fuentes. Tratar de buscar otras dos o tres fuentes que los corroboren, para tratar de formarnos nuestro propio concepto.
Esperamos sus comentarios abajo sobre sus métodos para validar que el contenido que está leyendo o recibiendo es verídico.